viernes, 10 de septiembre de 2010

¡¡¡¡QUE SIGO VIVA!!!!


No sé por donde empezar, pero esto de abrir un blog para tenerlo abandonado no puede ser. Así es que aquí me encuentro de nuevo a ver qué os cuento.
Lo primero que quiero deciros es que os agradezco muchísimo el que os hayáis hecho seguidoras de "Parecerse a ellas" y los comentarios recibidos.

Por larga que haya sido mi ausencia en el blog, no he dejado de travestirme cada vez que he tenido ocasión.

Soy padre de familia, con dos hijos y para mí esto del travestismo no es más que una excitante práctica íntima, con mucha carga erótica, por lo que lo mantengo al margen de la vida social y de mis hijos.

Respeto absolutamente a las que dan un paso más y sienten esto para disfrutarlo fulltime, pero mi necesidad se colma con llevar braguitas debajo del pantalón y transformarme más o menos cuando mi mujer y yo nos quedamos solos en casa.

Ella, que sabe de mi travestismo desde nada más conocernos, realmente no está entusiasmada con mi aficción, pero Almudena debe producir algún tipo de transformación en mí que hace que no sólo me acepte sino que aumente, si cabe, el grado de comunicación entre nosotros. No es una amistad de mujer a mujer. Los dos sabemos que Almudena es un personaje ficticio, pero ese alter ego es una persona con la que se puede compartir una tarde de sofá. Ella mantiene conversaciones con Almudena que no las tiene conmigo. Trapitos, cosméticos, tintes...

Eventualmente y sin tener que dar ninguna excusa a mi mujer, me apetece darme una vueltecita por ahí, vestido de mujer. Ella no ha querido acompañarme nunca. Seguro que tiene miedo a que nos encontremos con algún conocido o familiar. Imagino que a mí, aunque se me note que no soy una mujer, que soy un travesti, dificilmente se puede identificar mi identidad con la peluca, el maquillaje y demás... pero ¿qué iba a decir ella si nos encontramos, por ejemplo con su hermana en un pub?.
Ella se limita a decirme... "Pásalo bien, ten cuidado y no llegues tarde..."

El caso es que se me antoja salir de vez en cuando. Normalmente las noches de los sábados, porque, aparte de que es cuando más ambiente hay, el domingo no tengo que madrugar.

Sé perfectamente la suerte que tengo con mi mujer, pero este punto de complicidad se alcanza con confianza mutua y respondiendo en el resto de obligaciones que tengo como cabeza de familia. Almudena no debe desplazar ni una sola de las actividades familiares.

De cómo me lo monto para salir, de por donde salgo, ya os lo contaré en otras entradas.

Besos.

1 comentario:

Myr dijo...

Yo solía ir de trapos a los centros comerciales. Allí todos los gatos son pardos, cada uno va a lo suyo y las dependientas están curadas de cualquier sorpresa.

Besos